Reflexiones del abogado de Medina Cuadros, Vicente Tovar, después de obtener una sentencia absolutoria para su defendida, acusada de haber asesinado a su marido. El siguiente artículo fue publicado en el diario digital de información jurídica Lawyerpress.
La semana pasada actué como abogado defensor en un juicio con jurado y el resultado no pudo ser más satisfactorio. Contra todo pronóstico, una mujer cubana acusada de asesinato por haber matado a su marido, un conocido empresario granadino, resultaba absuelta por el eximente de “miedo insuperable”. Enfrente, el Ministerio Fiscal y dos acusaciones particulares, representando los intereses de los familiares del fallecido. Las tres partes hicieron piña y el ataque contra la acusada –procesalmente hablando- fue de alto nivel.
Pero mi defendida fue absuelta por el jurado.
Esta sentencia me ha hecho reflexionar sobre las claves que me llevaron a ganar el juicio, que parecía perdido, pese a que la acusada era inocente. Y creo que la más importante ha sido la diferencia con la que las partes presentamos nuestros argumentos. Mientras las tres acusaciones actuaban como si el juicio se celebrase exclusivamente ante los magistrados de la Audiencia Provincial, yo lo hice consciente en todo momento de que quienes iban a decidir sobre la vida de mi defendida eran nueve personas normales y corrientes: como la vecina del quinto o el monitor de spinning del gimnasio. Había que hablarles en otro tono, con otro vocabulario y apelando a distintas motivaciones.
Primer paso: Analizar el perfil de los jurados.
Cuando se trata de un juicio con jurado, la primera tarea es estudiar la personalidad de los jurados para evitar a aquellos que, a priori, puedan ser reacios a una sentencia favorable. La ley otorga a las partes la facultad de recusar sin causa hasta a cuatro personas. En nuestro caso, la acusada era una mujer de nacionalidad cubana, totalmente sola en España, sometida a aislamiento y malos tratos por parte de su marido, que era un empresario conocido y de buena familia. Con estos condicionantes, no deseábamos jurados que pudieran parecer machistas, racistas o xenófobos.
Es el propio procedimiento el que facilita a las partes una lista de los jurados, junto con el formulario que deben rellenar para hacer constar sus datos. Con esta información y utilizado Internet (buscadores y redes sociales), fuimos capaces de obtener información muy útil, sobre todo de las personas más jóvenes, que nos llevó a recusar a dos jurados, haciendo uso de nuestra facultad de hacerlo sin causa.
Hablar al jurado respetando su capacidad intelectual
Hay que tener presente que los jurados, a pesar de no tener formación jurídica, no son tontos. Y por lo tanto, hay que evitar en todo momento adoptar un tono paternalista y expresiones como “bueno, no se preocupen que yo se lo voy a explicar…” o “yo estoy aquí para que entiendan o aprendan esto o aquello”. Lo que hay que hacer es explicar las cosas de manera clara y entendible, siempre de igual a igual, como personas que están al mismo nivel intelectual que los letrados.
Creo que no está de más iniciar la propia intervención con unas palabras de agradecimiento hacia la labor de ciudadanía que están desarrollando y desearles suerte en el desempeño de tan importante responsabilidad, que siempre es tarea difícil.
Utilizar un lenguaje sencillo, directo y claro
Como abogado acostumbrado a expresarse ante los tribunales, es importante hacer un esfuerzo para utilizar un lenguaje sencillo –sin que llegue a ser coloquial- pero si entendible por cualquier persona. Es un buen ejercicio en este sentido, imaginarse que quien está allí sentada es tu madre, o tu abuelo y expresarse de la misma manera: utilizando un lenguaje muy claro y directo y carente de términos jurídicos rebuscados.
Informes breves, concretos y ordenados
Para que llegue adecuadamente al jurado, un informe debe estar bien ordenado: con una presentación, un nudo y un desenlace. Igual que en el teatro. Debe ser la explicación de un esquema donde se detalle, paso a paso, en primer lugar la prueba que desmonta los argumentos de la otra parte, y después, las pruebas objetivas que justifican nuestra versión de los hechos. Se requiere mucha capacidad de síntesis.
A diferencia de un tribunal de jueces –que ya ha valorado la prueba y sus consecuencias jurídicas y por lo tanto el informe no hará cambiar en mucho su decisión-, cuando se trata de jurados legos, un buen informe, que conecte con ellos, que sea creíble, entendible, concreto y honesto, puede ser clave para la decisión final.
Ser honesto para ganar credibilidad
El informe presentado al jurado debe ser honesto: es decir, que se base en datos y pruebas reales, sin mentir. El jurado sabe que todos los que estamos allí somos parte interesada en el procedimiento –salvo el juez- y que, por lo tanto, somos parciales. No hay que tener rubor en reconocerlo, pero ello no es obstáculo para decir la verdad. Si el jurado detecta en algún momento que algo de lo que decimos no es cierto, pondrá en duda el resto de nuestros argumentos y perderemos toda credibilidad. Es un proceso inconsciente.
Al mismo tiempo, es relevante destacar las contradicciones o inexactitudes de la otra parte, para transmitir a los jurados su falta de credibilidad.
Apelar al sentido común y fomentar la empatía con el acusado
Para poner de nuestra parte a los jurados, es importante apelar constantemente al sentido común y a la lógica, intentando que se pongan en la posición del acusado: que piensen cómo habrían actuado de encontrarse en una situación similar. Al fin y al cabo, son ellos quienes deberán dictar el veredicto con respecto a ese delito en concreto (y no a otro). Los argumentos jurídicos no resultarán tan útiles para convencer a un jurado popular.
Como abogado defensor, me parece además muy importante hacer constantes alusiones a la presunción de inocencia y al principio “in dubio pro reo” (sin utilizar esta expresión, claro), para que sólo condenen cuando estén absolutamente convencidos de la culpabilidad, ya que eso es una garantía para todos, incluidos ellos que un día pueden verse allí sentados y no querrán que les condenen con dudas.
Cuidar la comunicación no verbal
Al hablar al jurado, toma mucha importancia el lenguaje paraverbal: sobre todo la entonación y el ritmo del discurso. Hay que evitar la monotonía, que puede aburrir al jurado. También es importante cuidar el lenguaje no verbal: yo recomiendo estar siempre sonriendo, sentado, levemente echado hacia adelante, sin cruzar los brazos y sin gesticular en exceso. Sólo para enfatizar ciertos momentos de interés para el juicio.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que la utilización de ciertos gestos puede resultar muy gráfica para el jurado. Por ejemplo, si tras desmontar una tesis de la acusación se coge un folio y se levanta con energía para colocarlo al otro lado; se deja claro que esa tesis, ya desmontada, queda finiquitada. Se ha pasado página.
La comunicación no verbal (todo lo que se ha explicado anteriormente) es muy importante para conseguir la atención del jurado y para ganarnos su confianza. Y es necesario cuidarla incluso cuando no se está en el uso de la palabra: porque si reímos, hacemos gestos de aprobación o desaprobación cuando hablan otras personas, eso, con toda probabilidad, disgustará al jurado.
Conclusión
Creo que todos los letrados y fiscales que hayan realizado juicios con jurado estarán de acuerdo conmigo en que son procesos absolutamente diferentes a los otros, y que requieren de una preparación específica. Si estas diferencias no se tienen en cuenta, las probabilidades de éxito se reducen considerablemente.