Tras la apertura del Año Judicial, presidida por el Rey Felipe VI, Manuel Medina, fundador del despacho Medina Cuadros nos ofrece su visión de futuro acerca de la profesión jurídica y de cómo ha evolucionado desde que en 1978 abriera las puertas de su primer despacho en su tierra natal de Jaén.
Un año abundante de calor va desapareciendo en el calendario, igual que sucede con el humo de las muchas llamas que también han calcinado gran cantidad de montes en todo nuestro territorio, sin poder hacer casi nada por evitarlo y lo más lamentable es que la mayor parte de los incendios son provocados.
Empiezan a descender las temperaturas y algunas lluvias limpian la atmósfera y calan la tierra, llevándose el largo y cálido verano, que en otras épocas calentaba con más cuidado y, posiblemente, también lo tenía, para no agobiarnos con tanto ruido de atentados terroristas, discordias territoriales y, al menos a mí me parecía, que transcurría con más lentitud, más fiesta y más humanidad.
De todas formas, siempre en la reflexión del mes de septiembre, cuando las uvas maduran y las hojas se desprenden sin dificultad y juegan con el polvo del aire, nos invade un deseo oculto, también lento, de hacer algo diferente con más calma y menos calor, posiblemente ese sea el afán que sale al encuentro todos los años, animándonos a reemprender nuestra tarea, también lenta, de luchar desde nuestro modesto puesto de vigía para conseguir una justicia igual para todos, sin recodos ni laderas, simplemente llana.
Un nuevo Año Judicial viene a desarrollar el nuevo impulso de dar a cada uno su derecho, procurando no quitar a nadie la razón y consiguiendo evitar la duda de que la justicia, desgraciadamente lenta, llega a todos por igual.
Es lamentable que se juegue con el Estado de Derecho de todos, que se disputen juicios paralelos de actitudes fuera del derecho de los que los respetamos y creemos en él.
A veces esa llama, de la que hablaba anteriormente, calcina indiscriminadamente todo cuanto encuentra a su paso y devora sin piedad la seguridad y el bienestar de los que piden poco y trabajan, mientras sus fuerzas se lo permiten, como es el caso de nuestra profesión de abogados, que no tiene horas ni días para hacer posible la defensa del que tenga la razón, mientras no se demuestre lo contrario.
Empieza una nueva legislatura complicada en su otoño pero ilusionante en su primavera, esa legislatura que siempre es buena para el que gana y menos buena para el que pierde. Así es nuestra contienda de vencedores y vencidos donde el peso de la ley nos reconforta con el silencio de la razón, aunque a veces no nos la den.
Los que trabajamos en el mundo del derecho y el sol nos sorprende trabajando y nos deja en la misma situación, nos agradaría poder repetir, desde nuestro modesto despacho empapelado de demandas, que todos tendríamos que hacer algo por evitar la crispación, el ruido y la vida sin freno que a veces nos descodifica en nuestra situación de servidores sin franquicia de nuestra ley y nos reconforta con la esperanza de ser abogados de pleitos, bajos en remuneración pero muy altos ante la defensa del que tiene la razón en la mayor parte de los casos.
Nunca se hace tarde para defender el honor de la verdad y siempre es pronto para sacar conclusiones, si no se escucharon a las dos partes exponer sus razonamientos. Nuestra profesión es difícil y complicada, pues desde ella a veces no solo se defienden bienes, sino más bien sentimientos y comportamientos que están o no dentro de los límites establecidos entre la razón y la duda de ambos contendientes.
El equilibrio de los jueces se acentúa en sus resoluciones, que a veces nos sorprenden por argumentar la razón en la vertiente de la verdad probada y llevada hasta sus últimos límites. De todas formas, me ilusiona que llegue septiembre, no por sus hojas secas y sus tierras ardientes, sino mas bien porque el Año Judicial se inicia con las aspiraciones de ayudar desde nuestro modesto puesto a que el sentido de la justicia sea duradero y creíble y aunque no se nos de esa razón que siempre creemos tener, al menos que creamos en quienes la administran con justicia.
Empiezan las neblinas y se acerca el otoño y siempre es hermoso contemplar cómo cada cual cumple con su deber en silencio. Nuestra profesión es privilegiada, pues gracias a ella, podemos ayudar a mucha gente que no sabe defenderse. Como ya he dicho antes, seamos abogados de pleitos y sepamos comportarnos igual cuando nos condenan o cuando nos absuelven y que dentro del Estado de Derecho que a todos nos protege, seamos lo suficiente capaces de evitar un mal y dejar que la justicia haga el bien y a ser posible sin hacer ruido.
Manuel Medina González
Socio Fundador de Medina Cuadros