En 2015, Tom Goodwin publicó un artículo con una frase muy interesante que se ha hecho viral en los últimos meses:
“Uber, la mayor compañía de taxis del mundo no posee vehículos. Facebook, el poseedor de contenidos más popular del mundo, no crea ninguno. Alibaba, el distribuidor más grande, no tiene inventario. Y Airbnb, el mayor proveedor del mundo de alojamientos, no tiene habitaciones en propiedad. Algo interesante está pasando.”
La frase ilustra perfectamente como la tecnología puede cambiar un negocio en muy poco tiempo, como las nuevas formas de comunicación pueden acabar con modelos de negocio que han funcionado durante siglos en pocas semanas y sobre todo, nos pone en guardia para buscar nuevas formas de comunicación e interrelación con los clientes antes de que otro las busque por nosotros de forma más traumática.
La última década nos ha dejado algunos ejemplos de cómo no se debe reaccionar cuando la tecnología cambia tu negocio. La industria musical ha perdido muchos años intentando por todos los medios parar lo imparable, queriendo vender productos que ya habían quedado obsoletos y actuando legalmente en contra de sus posibles clientes en vez de intentar sacar ventaja de las posibilidades de la nueva situación y utilizar las herramientas para reinventarse. Han tenido que pasar muchos años para que llegase Spotify (seguido de Google, Apple, Microsoft…) a demostrar que el negocio seguía interesando a los clientes, que hay un gran mercado dispuesto a pagar una cuota de suscripción por tener acceso a los contenidos, aun sin obtener ningún producto material a cambio.
No es el único ejemplo, si cambiamos la industria musical por la cinematográfica hablamos de Netflix y similares, con la particularidad de que en este caso además de actuar de proveedores de contenido, estas empresas actúan como creadores de contenido introduciendo unos cambios muy interesantes en el modelo.
El caso más actual nos viene de la mano de Cabify y los taxistas. Quemar coches de Cabify no es la solución obviamente. No sé dónde está la solución ni sé quién lleva razón pero lo que está claro es que esto es un deja vú en toda regla y en base a la experiencia, todo apunta a que esto no va a acabar bien para los taxistas.
El patrón se repite, la manera de comunicarse ha cambiado, el cliente deja de serlo y se convierte en usuario de un servicio en el mundo de la economía colaborativa. Las cadenas hoteleras observan como la oferta de alojamientos particulares crece de forma exponencial desde la creación de Airbnb, las pequeñas agencias de viajes desaparecen de la noche a la mañana, cada día surgen nuevas startups para cambiar la forma en la que consumimos los servicios y por si fuera poco, estos emprendedores no van a pedir financiación a un banco, lo hacen a través de crowfunding.
El sector financiero es perfectamente consciente de los cambios que se están produciendo en la manera de interactuar con los clientes y se han implicado de lleno a invertir en todo lo que suene a fintech para no quedarse fuera del tablero. La tarea es difícil con tantos frentes abiertos: monedas virtuales, financiación colectiva, pagos móviles, etc, pero quizá sea el único sector que se ha dado cuenta de la importancia de la tecnología y tiene claro que es mejor estar dentro que quedarse mirando.
José María Ventura López
Departamento Tecnología de la Información Medina Cuadros